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Se negaba a vivir drogado. No concebía su vida así e iba a hacer un verdadero esfuerzo por tratar de controlar sus impulsos sin necesidad de los fármacos, en el caso que viera que empeoraba, podía utilizar el bote de pastillas que le proporcionó el doctor para iniciar el tratamiento y después ir al médico para que le recetase más. Aquellos fármacos eran muy fuertes y no se vendían sin prescripción médica.


Era difícil renunciar a aquello, qué maravilloso era sentir las sensaciones tal y como son, apreciar los olores, los ruidos, pensar con claridad y rapidez, cómo alguien podía pedirle que renunciara a todo aquello simplemente por unas sospechas, por una posibilidad. No era justo, no estaba dispuesto a permitirlo.


El autocar fue reduciendo la marcha poco a poco e hizo una parada para recoger a más pasajeros, se iba acercando a su destino, en menos media hora aproximadamente habrá llegado. En la parada subió una mujer mayor con una bolsa de la compra y, un par de muchachas jóvenes en edad de ir al instituto.


Cuando las chicas pasaron al lado de él, una de ellas le dirigió una mirada de sorpresa y asombro. A Daniel le llamó la atención aquello pero no recordaba conocer a esta chica, sin embargo, ella le miró como si lo conociese de algo, posiblemente fuera la hermana menor de alguno de sus colegas o le hubiese visto en alguna de las fiestas de los pueblos de alrededor.


Las chicas se sentaron dos filas por detrás de él, en su mismo lado. Cómo se encontraba aburrido y cansado de leer, prestó atención a la conversación de las muchachas. Estas precisamente estaban hablando acerca de él.


     -¿Sabes quién es ése? –le preguntaba una de las chicas a la otra.


     -¿Quién?.


     -Ése, el que está sentado delante –dijo la muchacha señalando a Daniel.


     -No, ¿quién es?.


     -Es aquel chico,  al que le pegó el subidón tan fuerte con las “popeye” hace cosa de un año. ¿Recuerdas?.


     -¡Anda ya!. Aquel chaval acabó majareta. Si lo metieron en un loquero no hace mucho porque se dedicaba a pegar puñaladas a la gente.


     -¡Anda que no eres tú exagerada!.


     -Bueno, el caso es que algo haría cuando se lo llevaron al loquero.


     -¡A lo mejor se ha escapado!.


     -¡Siii claro!. Ahora dejan a los locos escaparse y vagar por ahí tranquilamente.


     -¡Pssst!. ¡Que nos va a oír!.


En ese momento Daniel giro la cabeza y les dedicó una mirada de reojo.


     -Da igual que nos oiga. No seas tonta, no es ése.


     -¿Qué te apuestas a que se baja en la siguiente parada?. Él vivía en Villaencinta.Villaquinta.


     -¡A que no!. Venga, ¿va la apuesta?. La que pierda le cede el móvil a la otra durante la próxima semana.


     -Eso no es justo, tú nunca tienes crédito.


     -¡Bueno vale!. Le cede el móvil a la otra con un crédito mínimo de mil pesetas. ¿Vale?.

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