Desde que a finales de los 70 la derribaron, mi paisaje próximo por ese lado ya no me interesa. Antes, mi pasatiempo preferido era precisamente mirar hacia allí, ver el continuo trasiego de gente, amas de casa con la cesta de la compra, colegiales con sus carteras, ancianos que iban o venían hacia los Jardinillos a encontrarse con sus amigos, y grupos de niños que iban allí a ver pasar los trenes y a aspirar el vapor de las locomotoras, que decían que era bueno para la tosferina...
A unos pocos metros de mí, hacia la derecha, están las puertas de acceso a la Estación desde el Vestíbulo principal, donde deben estar las taquillas, los grandes paneles con los horarios de llegadas y salidas, y el mostrador de Información. Más allá, sobre el andén, adosado a la pared, el kiosco de prensa, y a continuación la cafetería, fría e inhóspita; nada que ver con la antigua cantina, con su barra-mostrador de madera, sus viejas mesas de mármol y sus paredes de las que colgaban cuadros de trenes y estaciones.
Al fondo, siguiendo las líneas misteriosamente paralelas y convergentes a la vez de los cables eléctricos y de los raíles, se ven a lo lejos los arcos de un hermoso puente de piedra que es un paso elevado para peatones y vehículos; la Pasarela de Villalobón. Espero que ésta no la tiren, o, si lo hacen, que esperen unos días para no verlo.
Lo que hay a mis espaldas no lo he podido ver nunca, pero después de tantos años y de tantas conversaciones, lo conozco como si lo estuviera viendo. Sé que a continuación de la Estación están los "Jardinillos", un Parque lleno de árboles, jardines y bancos, con un pequeño arroyo, y un gran palomar. Las tardes de verano se llena de gente que pasea, se sienta a leer, a charlar. Incluso es un lugar obligado para quedar. "Mañana a las seis en los Jardinillos...". Un día, y solamente para comprobar la exactitud de mis suposiciones, me gustaría verlos, aunque solo sea una vez.
Al final de los Jardinillos comienza la Calle Mayor, la principal vía de la ciudad; una calle para comprar, para pasear, para quedar con los amigos...
VI.- MERCHE Y JUAN CARLOS
Merche y Juan Carlos forman una pareja entrañable. Su historia es una historia de amor como tantas otras, pero que ocurrió cerca de mí y de la que fui testigo y hasta un poco protagonista.
Su amor nació entre estaciones y sobre las vías del tren. Juan Carlos vivía en las Casas de la RENFE –es hijo de Alejandro, mi amigo el Enganchador del que hablaré más adelante-, y estudiaba en Valladolid.