En otro caso de una relación incestuosa García Márquez cuenta el goce entre Aureliano José y Amaranta. Ella siempre lo consideró un niño, sin prejuicio alguno seguía desnudándose en el baño delante de él como lo había hecho siempre. La primera vez que la vio, llamó la atención especialmente la profunda depresión entre los senos. Estas elecciones en donde uno de ellos es un niño, lo trae a cuento Levis Straus al hablar de algunas sociedades lejanas. Eligen la niña cuando está en brazos y se convierten en padres esposos. En “Cien años de soledad”, una de las hijas del inspector Moscotes, es elegida entre varias hermanas, teniendo en cuenta que era la mas pequeña; el viejo Moscotes contesta a José Arcadio Buendía: “ Eso no tiene sentido. Tenemos seis hijas mas, todas solteras y en edad de merecer, que estarían encantadas de ser esposas dignas de caballeros serios y trabajadores como su hijo y Aurelito ponen sus ojos precisamente en la única que todavía se orina en la cama”. En el caso de Aureliano José y Amaranta, él desde muy niño tenía la costumbre de abandonar la hamaca para amanecer en la cama de ella, contacto que tenía la virtud de apaciguar el miedo a la oscuridad. No podía conciliar el sueño mientras no escuchaba el valse de las doce en el reloj de la sala, y la madura doncella no tenía un instante de sosiego mientras no sentía deslizar en el mosquitero, aquel sonámbulo que ella había criado, sin pensar que sería un paliativo para la soledad. No solo durmieron juntos, sino que se perseguían por los rincones de la casa y se encerraban en los dormitorios a cualquier hora, en un permanente estado de exaltación sin alivio. Casi son sorprendidos por Ursula, cuando empezaban a besuquearse. “ Quieres mucho a tu tía? “ , preguntó a Aureliano José. Contestó afirmativamente, “haces bien “, concluyó ella. Acabó de medir la harina para el pan y regresó a la cocina. Luego de una larga ausencia, desertó de las tropas federalistas de Nicaragua, se enroló en la tripulación de un barco alemán y apareció en la cocina de la casa con secreta determinación de casarse con Amaranta. Cuando lo vio entrar, sin que hubiese pronunciado palabra, supo de inmediato porque había vuelto. En la mesa no se atrevieron a mirarse a la cara. Dos semanas después, estando Ursula presente, fijó los ojos en ella, y dijo: “siempre pensaba mucho en ti “. Cuando llegó ella pasaba la aldaba a su dormitorio, pero durante tantas noches percibió los ronquidos en el cuarto contiguo, hasta descuidar la precaución de la aldaba. Lo sintió en el mosquitero como lo había hecho cuando era niño, y no pudo resistir el sudor helado cuando se dio cuenta de que estaba desnudo. “ Vete”, murmuró. Desde aquella noche se iniciaron las sordas batallas que se prolongaban hasta el amanecer. “Soy tu tía “, murmuraba agotada. “ Es como si fuera tu madre, no solo por la edad, sino porque lo único que me faltó fue darte de mamar”. Esperaba el alba y regresaba al día siguiente, cada vez más excitado al comprobar que no pasaba la aldaba. En ausencia la encontraba en los oscuros dormitorios de los pueblos vecinos, a toda hora y en todas partes. Así padeció el exilio, hasta que le oyó a alguien contar el viejo cuento del hombre que se casó con una tía que además era su prima y cuyo hijo terminó siendo abuelo de si mismo.
- Es qué uno se puede casar con una tía? - preguntó asombrado.
- No solo se puede – contestó el soldado, - sino que estamos haciendo esta guerra contra los curas para que uno se pueda casar con su propia madre.
Quince días después desertó. Halló a Amaranta más ajada que el recuerdo, pero mas febril que nunca en las tinieblas del dormitorio, más desafiante en la agresividad de su resistencia.
- Eres un bruto – decía Amaranta, - no es cierto que se pueda hacer esto con una pobre tía, como no sea con una despensa especial del Papa.
Aureliano prometía ir a Roma, prometía recorre Europa de rodillas y besar las sandalias del Sumo Pontífice, solo para que ella aceptara.
- No es solo eso – decía ella.- Es que nacen los hijos con cola de puerco.
- Aunque nazcan armadillos – suplicaba.
Dice el filósofo racionalista Baruc de Spinoza: “cuando una ley no es comprendida se moraliza”. El error de los teólogos radica en haber ocultado la diferencia entre el conocer y el obedecer. En vez de interpretar una prohibición como una necesidad, se recomienda como una ley moral. No es extraño que Amaranta diga que necesitan una dispensa del Papa para aceptar sus pretensiones.
Sobre la base de estas consideraciones toman importancia las palabras de Levi Straus cuando sostiene en la obra citada que la exogamia genera un intercambio de las mujeres, estableciendo la paz entre los hombres. El matrimonio busca establecer una alianza de familia, donde se intercambian sentimientos, bienes culturales y se busca la paz. La relación endogámica o incestuosa en último caso generaría la atomización de la sociedad.