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Capítulo 4 - Su estadía en el convento

   La Hermana Antonia será la indicada, saliendo de inmediato en su búsqueda. Como buena embajadora del buen cristiano y su amor al prójimo, la Hermana Antonia, se encuentra con el niño Tino,  teniendo una larga charla, de casi tres horas.

   La Hermana decide llevarlo hasta su vivienda, aprovechaba a conocer como vivía ese niño con su madre, hoy enferma, para luego ver que hacía con su perro. Solamente con una breve mirada, se grava en su mente toda la historia, que seguramente había vivido ese pequeño.

   ¿Qué piensas hacer Tino? Pregunta la Hermana Antonia. “hoy cuidar de mi perro”,  “mañana temprano iré al Hospital a buscar a mi madre”. Con su rosario en la mano, e invocando a Dios para que ponga en su boca, las palabras justas, para explicarle a este niño, que su madre tendrá para mucho tiempo de internación en el Hospital. “Hoy te quedarás en tu casa, y mañana vendré por ti, luego conocerás un hermoso lugar, donde yo vivo, que te darán amor, comida, recibiendo las enseñanzas justas, para que seas un hombre de bien, en el mañana”. ¿Qué hago con mi perro?, pregunta Tino, -“el también esta solo y triste, y de ninguna manera lo haré sufrir”.- Siguiendo con su invocación a Dios, la Hermana Antonia le responde “él también tendrá su lugar, talvez no en el Convento, pero si muy cerca de el, para que tu lo puedas visitar todos los días”.

     Como se había planeado, la religiosa decide al otro día, ir por el niño que con él traerá  su perro. La sorpresa fue grande, cuando llega a la vivienda, ni rastros de Tino ni de  su perro. Pregunta en el vecindario,  nadie lo ha visto. Camina desconsolada,  nuevamente en oración se entrega a la decisión de su Dios. Algo le dice su corazón, que seguramente el niño estaría en el Hospital. Con paso firme y esperanzado llega hasta el centro de salud. Allí, en un rinconcito en la entrada principal estaba Tino con su perro. ¿Por qué te viniste?, “quería ver a mi madre,  pensé que temprano me dejarían entrar”.

   “Ven conmigo” le dice la religiosa, tomándolo de la mano. Ingresan al lugar rumbo a la sala donde se encuentra su madre. Con los ojos cerrados, respiración lenta y rodeada de cables, sorprenden al chico. “Mamá, soy  Tino, tu hijo”, pero no logra respuesta ¿Qué le pasa a mi madre, que no me contesta? pregunta Tino a la monja. “Está descansando pues no debemos molestarla”.

   Totalmente desconsolado deja el hospital, sale a la calle corriendo

 Junto a su perro, sin pensar el peligro que corrían ambos. El pobre perro nunca había salido de la humilde casilla de madera y chapa de su dueño. Hoy se vio en un mundo desconocido, donde cada uno, va concentrado en sus problemas personales,  no  importándole que pasa a su alrededor.

    El desenlace no demoró en llegar. A pocas cuadras del hospital, el desdichado perro terminó sus días bajo las ruedas, de un pesado camión.- Tino desconsolado vuelve a preguntar ¿Por qué me lo mataron a Tony, era mi único amigo? ¿Quién me cuidará  en mis noches de soledad? Un silencio invade la calle, pero luego sigue la rutina, siendo un  hecho como tantos, pasó a ser una anécdota cotidiana.

   Tino es llevado al Convento.  Todos los días, concurría al hospital para ver a su madre, que aún seguía sin responderle. Su vida parecía haber cambiado, quedaba atrás su humilde vivienda, en estos momentos se veía rodeado de afectos, que borraban el llanto, para sustituirlo por una  leve sonrisa.     

 

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