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- ¿Qué dices? José Carlos ya te viste al espejo traes una carita de no haber podido dormir en toda la puta noche.

- Es que no creo haber podido dormir.

Mario frunció el ceño y después sonrió libidinosamente.

- Tuviste visita nocturna, verdad, grandísimo cabrón ¿Quién fue, ahora?

José Carlos volteó nervioso. No quería que nadie los viera.

- Sí. Tuve visita nocturna pero no fue cómo lo estas pensando.

- ¿De que carambas estas hablando, José Carlos, no te entiendo?

José Carlos le pidió a Mario que no entrara a clases y que lo acompañara a su departamento. En un principio Mario se negó, pero basto de muy poca insistencia por parte de su amigo para convencerlo y que ambos salieran de la universidad.

Llegaron al departamento y José Carlos le contó todo; desde el asunto de los compactos desacomodados hasta el sueño. Y conforme fue narrándole el sueño, el propio José Carlos fue recordando varios detalles.

Después de media hora Mario veía a José Carlos como si este fuera un bicho raro. José Carlos se molestó. A fin de cuentas quien había dejado entrara lo que fuera, había sido Mario. Discutieron durante una hora y media. Mario estaba seguro de que todo había sido un sueño húmedo, de esos que valen la pena platicar. Incluso, cuando José Carlos le mostró los rasguños en su espalda, Mario seguía pensando que había sido una de las tantas admiradoras de José Carlos la que le había hecho eso. Mario admiraba a su amigo y no podía dejar de sentir un diminuto halo de envidia. Desde que se habían conocido, en el primer semestre de la universidad, Mario no sabía de mujer alguna que se le hubiese escapado a José Carlos. Era increíble su facilidad d e palabra. En un momento la veía platicando con él, y al momento siguiente ya se estaban besando; al poco tiempo ya no estaba. Y siempre guardaba recuerdos: sostenes, bragas- muchas bragas, de hecho- , fotos, notitas con mensajes de agradecimiento por la fabulosa noche, etc, etc. Mario por su lado si alcanzaba a tener tres noches de pasión en el año era ya bastante. Pero, aun así, se conformaba.

Pero ese día, a pesar de que tenía las marcas, literalmente hablando, de haber tenido una larga y salvaje noche, estaba como loco. Decía cosas sin sentido e insinuaba cosas peores.

- Bueno - dijo Mario, finalmente - , ¿y que quieres que yo haga?

José Carlos lo miró duramente.

¿Es que no entiendes?

¿Es tan difícil de entender?

- Tú - le dijo señalándolo - . Tú la dejaste entrar. Tú tienes que sacarla.

- José Carlos, estas loco o qué demonios te pasa. Estas hablando de fantasmas ¿te das cuenta, verdad? ¡No me jodas, por Dios!

- ¡Puta madre! Me cambió el orden de mis discos; y tú estabas aquí cuando ,los acomodé. Tuve relaciones con ella ayer, eyaculé; la sentí; y ella me sintió a mi. ¿Qué más quieres? ¿fotos? ¿muestras de semen?

Mario no dijo nada y, por simple amistad, terminó por hacerle caso.

- ¿Entonces? - dijo Mario encogiendo los hombros.

- Quiero que te quedes aquí hasta la noche. Más o menos a la hora a la que entró.

- Ahá y qué le digo después: Fantasma que violaste ayer a mi ¡amigo sal de aquí! ¡yo te lo ordeno por el poder que me confiere la iglesia!... no me jodas José Carlos, si yo soy Mormón.

- ¡Ya lo se, Mario, ya lo se! Pero de alguna manera se tiene que salir. No puedo vivir con... "algo" como eso, que me cambie los lugares de mis cosas y que cuando se le antoje tenga relaciones conmigo.

Mario suspiró y ya no dijo nada. Miró a su amigo y asintió.

Sin más que decir, ambos esperaron a que llegara la noche..."

 

- Y fue entonces cuando pasó - interrumpió el agente Matos de repente.

José Carlos movió la cabeza afirmativamente. Los demás agentes lo observaban atentos; era como si mas de uno, en un lugar muy lejano de su interior, comenzara a creerle.

- Esa misma noche- siguió Matos- ¿Y sí salió?

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