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HOTEL PARAISO
RIO TIBER
COL. CUAUHTEMOC


Toda la recámara estaba en completa oscuridad. Me animé a encender una velilla que estaba en un buró. El pinche cuartucho de este hotelito de paso que Fernando había rentado para el corralón, vamos ¡coger!, era espantosamente pequeño. Me dio asco pero acepté el lugar. ¡Que va! ¡Por noventa pesos no podía acceder a uno del Reforma Marquis! Que hubiera sido lo ideal. Fernando estaba sobre la incómoda cama dándome la espalda, se lo metía por detrás. Me encantaba escuchar como gritaba fuertemente, me encantaba lastimarlo. Me encantaba apretarle sus pezoncitos con mis lujuriosos dedos, y ¡claro! Babearle su espaldita. ¡Por supuesto que me encantaba que él también me lo metiera y gritar! Es rico todo eso.. ¿No?

 

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