—¡Claro que soy humana! ¿Qué iba a ser si no?
—Ya, ya —dijo la vieja—. Tú no sabes nada de las traslaciones y por lo que puedo percibir, tampoco tú, muchacho. No sé cómo has llegado aquí, pero este no es tu mundo.
—Ya era hora de que alguien empezara a creerme —exclamó Silvia—. ¿Acaso sabría usted cómo puedo volver a ser yo misma?
—Las cosas no son tan sencillas, muchacha. Además, tu presencia en el mundo de Mendh—Yetah es de lo más inoportuna porque puede que tu traslación haya sido compleja ya que tu llegada a nuestro mundo ha coincidido con la desaparición de la verdadera Radjha. Lo mejor será que me acompañéis a mi humilde morada. Pronto se echará la noche y la noche es peligrosa en estos parajes. Allí estaréis seguros y tú, muchacho, podrás olvidar tu desconfianza. Gheywin no las tenía todas consigo pero le había llamado la atención lo que la vieja había dicho sobre Silvia, así que decidió acompañarla, aunque fuera a costa de exponerse a un hechizo.
Silvia quedó maravillada de la exquisitez del guiso con que les agasajó la anciana. Se sentía reconfortada al borde del fuego que atemperaba la caverna. Su compañero reposaba taciturno y se mantenía a la expectativa sin apartar su mano de la empuñadura de la daga.
—Antes parecía que sabías cosas sobre mí —dijo, de pronto, Silvia.
—No sé tanto.
—Ya. Pero sabías que no soy de aquí.
—Claro. Eso es fácil. Eres casi idéntica a Radjha pero hay una pequeña diferencia. Ella es más altiva, tiene sangre noble y tú estás acostumbrada a vivir de otra manera. También sé que estáis huyendo de los soldados de Mascoldin y que no estáis en paz con los iskhares. Seguramente os dirigiréis a las tierras inhóspitas del norte. Es el mejor lugar. Hacia allí se dirigiría Radjha si estuviera en este mundo pero, dime, niña: ¿cómo llegaste aquí?
—No lo sé. Me caí cuando buscaba a mi perro y al despertar me encontré con Gheywin. —Ya. No es frecuente, pero es una manera de hacer el tránsito. No sé cómo podremos devolverte a tu mundo aunque eso no será parte del pago por el gran favor que me has hecho. Por salvarme de una muerte segura te concederé un deseo. Mi única condición para concedértelo es que tienes que pedirlo ahora mismo.
Silvia se quedó sorprendida. ¿Sería cierto que aquella anciana podría conceder deseos como en los cuentos o sólo estaba un poco loca? Miró a Gheywin. Éste le devolvió una mirada grave. La voz de la vieja le sacó de sus pensamientos.
—Date prisa, niña. Tu amigo tenía parte de razón cuando dijo que soy una bruja Ishkar. Lo soy y no voy a ser tan benevolente durante mucho tiempo. Te debo algo y te lo pagaré. Además, intentaré que regrese Radjha, quien posiblemente esté ahora en tu mundo, porque ella es importante para mis fines. Pero lo importante para ti y para ese gallardo caballerete que te acompaña es que mañana ya no seré la misma. Mañana seré tan peligrosa como él ha dicho así que pide tu deseo ahora o lo perderás.
Silvia comenzó a pensar frenéticamente. Se le ocurrían dos cosas que deseaba con todo su corazón. Una de ellas era recuperar a Seti y la otra, conseguir a Julen. Por justicia debía elegir a su perro pero pensó que si la bruja lograba llevarla de nuevo a su mundo, encontraría a Seti por lo que pediría como deseo el afecto de Julen. Por otra parte, si no podía regresar a su mundo, no tendría a ninguno de los dos, así que se decidió.
—Hay un chico que me gusta pero no me hace demasiado caso.