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Son más de las diez y el cuadro es como sigue: un cuarto semi en penumbra, atmósfera viciada por el humo y un tipo en la cama con la manta subida hasta las orejas; parece haber encontrado un pensamiento reconfortante con el cual dormirse acunado por las drogas; mientras él duerme podemos ir a cualquier parte, a la entrada donde se aburre el vigilante del edificio, a la lavandería o al supermercado, podemos vagar por el centro comercial contemplando la vida de las gentes, y también podemos volar hasta la Academia y observar a Karin desde el exterior por la ventana. Karin es sin duda un magnífico ejemplar, aunque esté desubicado; pone tanta energía en cada cosa que hace, se diría un dibujo animado; nadie es así; esperemos que los años no nos devuelvan a un ser humano.

Karin remonta cada día su via crucis hacia el arco iris, más sola de lo que parece, menos fuerte que aparenta ser. Karin sube y baja, siempre dando (o eso dice ); de tres piedras saca un cuadro, de dos palabras una historia; amor puro que dar a poco que des a cambio, tan real que asusta, y absorbe toda la luz. Pero veamos que hace Karin: Karin sigue sonriente las explicaciones, cierra a veces los ojos, combate el aburrimiento; baja en la pausa a la biblioteca y devuelve el libro que ayer se llevó, excusas para la bibliotecaria y un breve recuerdo para el tipo que allí se encontraba. Nada importante. Quizás mire sin embargo de reojo a su alrededor al pasar rubia y etérea por el hall de los estudiantes; quizás se lleve una pequeña desilusión, imperceptible aún para la mente, tan pequeña que no hay porque negarla; y quizás éso unido al día desapacible y a quién sabe que mas circunstancias provoque en Karin una punzada leve mientras cruza la clase rubia y etérea hasta su sitio. Karin se sienta y se vuelve hacia la ventana, el mundo gris, indefinidamente triste. Y no puede vernos, flotando en el exterior, porque nosotros somos invisibles para ella.

 Nosotros volamos de vuelta al edificio para reencontrar al ser que habita sus dependencias. Lo encontramos donde lo habíamos dejado, nuevamente vivo; delirando en la cama, chapoteando en su propio jugo  (sin duda encomiable su instinto de supervivencia); come y ha comido ya, fuma y se paladea, se da un punto de sabor con la música del estéreo, se viste y sale a por más drogas. Toma café en un bar desnudo. Fuma tabaco de pie en la barra. Pasea un rato por el centro comercial. Odia en silencio.

A partir de ahí las cortinas empiezan a correrse, remanso de paz o bajada a los infiernos, a él habrá que preguntárselo. Qué imbécil he sido; quién era el ser de la mañana; por qué me salgo de mi camino, para no ser, para ser nada. Por compensación el oxígeno, objetivo respirar, comer y no siempre, algún sueño, estar. El sueño Karin, que lo inhalaré algún día, que quizás me lo sirvan en la mesa. En esta vida tengo disponibilidad absoluta, incapacidad para angustiarme. Dirijo, así, mis pasos hasta un río, a su vera hay árboles, otras veces nada, secundado en ambas orillas por sendos muros de piedra; tan fáciles de sortear. Discurre el río bajo puentes que lo cruzan, un pescador hurga en sus aguas procelosas, se cuela un rayo entre las nubes y colorea las aguas de verde. Me coloco junto al pescador, él me mira; meto la mano en el bolsillo y saco los útiles de fumar, después lío un cigarro que enciendo parapetándome en cuclillas tras el muro. El pescador sonríe: -Il fait du vent, eh. Asiento a la vez que aseguro la combustión, mis ojos fijos en la invisible línea de nylon. El pescador es un viejo de ojos acuosos y temblor imperceptible, tan libre como yo, con demasiado tiempo.- Est-ce qu`il y a du poisson ¿?, le pregunto,- Bon, à peine, me contesta, se queda después pensativo mirando las aguas negras: Avant il y avait, beaucoup, mais… je ne pechais pas si souvent, il y avait d`autres choses à faire.-Chaque chose a son moment, no?.- Mais forcement, c`est ca qu`il y a. Doy una calada y levanto las cejas asertivo, acaso temiendo que él me descubra como impostor; aunque por qué habría de hacerlo, no es condescendencia, tampoco me proyecto en él, o si lo hago es inmanente, inevitable a mi condición humana.- Vous savez, moi, je pechais souvent en Espagne, et tout d`un coup les poissons ont disparu, - pareil…mais bon… c`est surtout pour trouver quelque chose à faire…les poissons…je m`en fous vraiement, se echa a reir y concluye: en fin…je peux toujours aller au Marché, - Mais evidement, si c`est pour vous amuser, -oui, oui, c`est ça, a mon age il faut sortir, tu sais?, laiser les souvenirs chez toi et vivre encore, eh?, persone va vivre pour toi, - Oui, - Mais, pour quoi vous dites oui ?, vous êtes un gamin,- Non je veux dire que je comprend, - Ah bon, ca, je sais pas; has acabado por irritarme, viejo; me dedico a meterle frases hechas.

Il faut être jeune d`esprit, c`est pas ca que vous voulez dire monsieur?

Oui…à peu près

L`age et dans le cerveau, n`est-ce pas?

El viejo no responde, sólo asiente mecánicamente.

-     Bon monsieur je vais partir, bon chance

El viejo continua sin responder. Parece jodido.

Un ruido metálico, feroz, ensordecedor, anuncia el Viernes la llegada del nuevo día. En pleno desconcierto me incorporo en la cama, cerebro perdido en búsqueda de mis coordenadas; me localiza certero, razona, me lleva hasta la ventana; del otro lado el milagro de un edificio que vuelve a la vida, de un edificio hermano.

Los obreros gesticulan a un palmo de mis narices, las hormigoneras giran abajo en la planta sexta; llueve, un camión entra marcha atrás con su mercancía, sus pitidos intermitentes melancólicos bajo la lluvia. Están acabadas de la primera a la quinta planta, la sexta a medio hacer, la séptima salvaje. La colonia de obreros se encarniza con la séptima, vuelan los golpes sobre la lluvia hasta mis oídos, extiendo los brazos y los toco con mis dedos. Los obreros fuman, absortos, sacando astillas; enciendo yo también un cigarro en un impulso mimético; me acuerdo a la tercera calada: Karin.

Karin perdona. Karin persevero. A tu encuentro parto Karin, a mi linchamiento, bajo la lluvia y el frío, bajo los elementos.

 

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