Otras veces me ha pasado, te asalta cuando menos te lo esperas. Puedes caminar durante horas, desarrollar una acción absurda o ser condenado y encontrar después a alguien que te absuelva. Y éstas son las soluciones rápidas. Si tienes seres que de tí dependen no hay mas que realizar un breve sacrificio, después te arrepientes o lloras un poco, o incluso ellos mismos te otorgarán el ansiado perdón. No tengo hijos ni mujer, ni siquiera tengo un perro al que pueda hacerle daño. Los amigos no sirven para esto, ni crean vínculos, ni ejercen sobre mi ninguna ascendencia. Vale mas echar a andar hasta que la deriva del cerebro decida por si sola aplacarse. No importa que estes totalmente solo, la sociedad es algo que todos llevamos a cuestas. Andar y andar. Y de tanto andar soñar que anduve.
Sueño que despierto a una luz inmisericorde, a figuras deformes que chillan y ordenan. Sueño que salto por la ventana para caer en la acera desnuda, que me busco a través de sombras que huyen, rien o golpean. Sueño que todo ha quedado atrás, sólo naturaleza saqueada en parcelas. Un perro negro me persigue a lo largo de cercas y cercas de madera.
Me veo adentrándome en un campo cuando alguien grita mi nombre, me giro joven y bello, ojos de inocente mirada, después el rectángulo funde en negro, terminan ahí mis esperanzas.
Despierto en cualquier punto de la ciudad, en el silencio de los coches, se ha vuelto a hacer el vacío. Las calles lucen tan limpias como sucias visten mis entrañas; he de emprender el camino de vuelta a casa. Puedo otra vez decidir, imperar sobre los cuervos que han anidado en mi ventana. Los ahuyento y revolotean, y vuelven siempre para posarse. A veces tengo suerte y se marchan, pero a cambio dejo entrar a quien me espera en la antesala. La observo mientras se instala, ella despliega sus encantos y dispone de toda la estancia. Es una diosa benigna, una bruja poco malvada; viste de azul o de rojo, esta desnuda, lleva en la mano unas sandalias. Me guían sus pies desnudos; por los valles y los ríos, por los acantilados verdes del alma.
Me pregunto que será de ella, si es feliz, si ha escrito aquél bello cuento de hadas. Por qué no escribe mi destino, cuando morí, por qué no me pidió que me quedara.
2003
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