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Llaman a la puerta. Es el administrador. Dice que han intentado localizarme, yo le digo que nunca cojo el teléfono. Continua con que si no he pagado el alquiler, yo le digo que para eso tienen mi depósito. Él dice entonces que no, que el depósito no esta para eso, que si es que mi intención es marcharme, y que porque no lo he notificado. Yo me defiendo alegando primero mi ignorancia, después argumentando que de hecho, y dado que mi padre no me quiere seguir manteniendo, el que adopte una u otra decisión dependerá de que encuentre o no un trabajo.-Donc, si j'ai bien compris, il veut que tu rentres, -Oui, -Bon monsieur, d'une façon ou d'une autre c'est pas la question, vous devez tout simplement payer et apres on vous envoyera vos depôt, -Je comprend, -On vous attend au Secretari , -D'accord, -Bon au revoir Monsieur, -Au revoir.

Como iba diciendo fue un Lunes, cuando vi a Karin las dos y media. Y ya no dejé de verla. Estaba al otro lado del puente, escasamente a sesenta metros, trayecto durante el cual toda mi determinación se vino abajo. La salude tal cual, ella seguía sonriendo. La seguí sabiéndome derrotado, se había levantado un poco de viento; de pronto se me ocurrieron dos cosas: que era esto lo que los demás llaman una cita, que estaba impedido para hacerlo. No hizo falta, si no yo aún seguiría allí. Ella fue la que me llevó hasta un bar, fue ella la que pidió después las cervezas. Nos sentamos e inmediatamente sacó un libro de texto de su bolso, después insistió en que señalara diversos lugares del mapa de España. Yo indicaba por ejemplo Barcelona, entonces ella acercaba su mano y la detenía a escasamente dos centímetros de la mía, después, y súbitamente, se interesaba por otro punto de la península, para lo cual ponía esta vez su mano encima de la mía. Y me encontraba por fin ante una presunción que no admitía prueba en contrario.

No la besé en el bar, tampoco al salir a la calle. Llovía. En el funicular se pegó a mi cuerpo; yo seguía sin poder hacerlo. Caminamos un rato por la acera. En mi impotencia dije algo sobre comprar en una tienda cervezas. Entonces ella se acercó a mí, me cogió las manos, irguió la cabeza, después introdujo en mi boca su lengua áspera de gato.

Esa noche, y sobre todo al día siguiente, me invadió una sensación de plenitud como no había experimentado en mi vida. Al menos que yo recordara. Me dije que era uno de esos momentos en los que una persona sensata debería aprovechar para suicidarse. Los insensatos perduramos sin embargo.

Tres días mas tarde me di de bruces con Z al salir de la habitación de Karin. Lo había estado evitando. Y el también según deduje de la primera de sus frases: Que, pasando de todo, -Por qué?, -Ya me ha dicho Karin que estáis juntos, -Si, -Aquí es donde yo desaparezco, -Has cumplido tu misión, nunca te olvidaremos, -Que gilipollas eres, -Vamos a tu cuarto, anda. Era de noche  y para vuestra general información os diré que no pretendía follármelo. Simplemente, me sentí con él identificado. En su cuarto él se tumbó en la cama, yo me senté a escucharlo. Empezó entonces, y ahí me pilló por sorpresa, divagando primero con carácter general, desgranando después una a una sus experiencias, a hablarme de las mujeres. Me di cuenta de que había caído en la trampa, y en estos casos la mejor arma es el silencio. Él, pobre, se reafirmaba; yo, impasible, hubiera dado cualquier cosa por estar en otro lugar del mundo; como me repugnan estas situaciones. Finalmente, y tras interminables minutos, Z encontró un punto de equilibrio, entonces, y como yo nada dijera, se lanzó no sé por que a hablarme de lo difícil que habían sido las relaciones con su madre. Lo típico. Y que empeño en suministrar información que un día se volverá en nuestra contra.

Hasta aquí lo que quería contar a modo de antecedente. A continuación he de referirme a un suceso que tuvo lugar el Domingo de la semana pasada. Tumbado en la cama, aquella mañana me encontraba inquieto. Karin pasaba el fin de semana en Paris, y para las seis de la tarde tenía yo programada mi conversación semanal con Padre. Hacía una semana Padre me había advertido de que mi obligación era volver, de que llevaba allí ya casi cinco meses, y de que en lo a él concerniente no me iba a seguir manteniendo. En esas estaba, cuando de repente, llaman a la puerta. Era Z. La noche anterior me había dejado tirado y se había ido con una compañera de trabajo; venía por lo tanto a contarme sus hazañas sexuales. Por supuesto no le abrí. No consiento en ser vínculo social, que me agredan gratuitamente; que otro cerdo devore mis desperdicios y retoce en mi pocilga particular, sobre todo no a las 10 am, Domingo en la ciudad.

Una vez se hubo marchado conseguí conciliar el sueño, despertando cuatro horas mas tarde apuñalado por el hambre. El panorama era desolador: dos tomates, y un trozo de queso blando holandés. Me vi obligado a partir en su búsqueda. Lo encontré rumiando mi desaire en la cocina de la segunda planta, acepté a regañadientes su invitación para comer. La verdad es que ya he comido, le dije. Él me había hablado de un tono dolido pero presto a olvidar y así, en efecto, dio el enojo paso a un inmundo compadreo, y pude por fin conocer la versión íntegra de sus aventuras. De lo que pude colegir, tenía una gran polla (él ), o el coño muy pequeño (ella ), lo cual era al parecer atributo común a toda la raza china. Yo le daba una réplica breve, pero a la vez estupefacta, se abrían los cielos, también las entrañas de la tierra, para honorar al titán. Él hablaba y hablaba, y revenía sobre lo mismo; le imaginé chupandomela, me eché a reír, y mi estallido de hilaridad se acoplo mágicamente a su relato; estrechando entonces fuertemente los lazos con los cuales se había unido nuestra amistad. Y a todo esto el agua seguía sin hervir, con Z en medio de una vorágine que parecía escapar a su control. -Y esta tía quien es, la que se folló tu amigo?, pregunté yo entonces, pero el continuó sin hacerme mucho caso. -Y esta mañana cuando se ha abrazado a mí me he sentido un poco mal, -ya, ya, le dije, para añadir inmediatamente: y todas estas putas siguen siendo comunistas, no?, con lo cual conseguí que Z se callara por primera vez y que, confrontando mi rostro inexpresivo, se volviera para decirme: oye, a tí nunca te han enseñado a respetar a las personas?, -claro, le dije, y tus descripciones del coño de la china son tu idea sobre el respeto, pero Z consiguió burlarme:  por qué hablas así del comunismo?, y encontreme ante un semblante encendido de indignada furia marxista.

-Es que eres comunista?

-Lo sabes muy bien tontito

Proseguimos después la charla, pivotando sobre el mismo tema, sin atender al contenido, centrándonos en la apariencia, con el metálico sabor de la sangre por todo eje de nuestras ideas.

-Pero no crees que la riqueza esta mal repartida

-Por qué?

-Porque no es justo que existan a la vez multimillonarios y personas que se mueren de hambre

-Y que sería para ti lo justo?

-Que cada ser humano detentara una porción idéntica de la riqueza del planeta.

-Y en que se basa lo para ti "justo"?

-Se basa, primero, en el instinto de supervivencia del hombre, después en el derecho a sobrevivir, y finalmente, en el de satisfacer las necesidades vitales

-Pero, por qué tenemos derecho a sobrevivir?

-Porque no hay autoridad alguna que impere sobre el hombre

-Entonces, quién crea tal derecho?

 

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