La misma alimaña que me da la bienvenida me conduce marcial hasta la segunda planta: he ahí mi aula. Profusión de orientales, cartelones con el eslogan "on aime la France" y colorido mapa con la división administrativa. La profesora, una rubia postiza, despliega una sonrisa glacial que me fulmina, después, y dirigiéndose a toda la clase dice: Est-ce que tu peux faire une petite presentation ?. Je viens de l'Espagne, contesto. Est-ce que tu l'a entendu Chong?, pregunta ella. Chong sonrie y asiente. Comment ça, et toi Narumi ?. -Oui oui. Donc peut-être c'est moi qui est sourde, et... tu t'appelles comment?. Escupo todas las letras de mi nombre, breve impresión sonora, de quién estamos hablando. Bon, on est en train de faire un questionnaire de Proust, tu connais qu'est-ce que c'est ?, peut-être Kyongi pourrait te l'expliquer. Kyongi es ingrávida muñeca oriental, gozo eterno pederasta, una cascada negra esconde su rostro aniñado. Me inclino un poco pues no alcanzo a oír su voz y tímida se retira; imaginó sus dedos de juguete abarcando el mástil de mi polla. Hacemos juntos el ejercicio, su timidez me enerva, quizás porque la ostenta, porque no finge ser otra persona.
El cuestionario es enormemente estúpido, si fueras una flor..., pienso en una margarita y a la vez me represento una amapola, pero al final le digo que una rosa. Ella escribe mis respuestas, yo anoto las de ella; Madame me escruta, no sé si tendré que leerlas. En ese momento dice: On va faire une petite pause. Aprovecho y meo. Deambulo por el edificio. En la planta baja encuentro una sala de ordenadores, un atisbo de biblioteca, dos máquinas expendedoras. Me decido por las últimas. Sorbo después mi café negro perdido en nubes que amenazan tormenta; como caen las primeras gotas, como lloran sobre nuestras vidas. Un puñado de basureros surcan las aceras con anchas escobas marrones; portan atuendo amarillento (anfibio y estigma ). Los niños dejan sus juegos y corren a casa excitados por la lluvia, que súbitamente arrecia, que oscurece el cielo; interrumpiendo a los barrenderos, que se apiñan bajo una cornisa. Forman una mancha amarillenta. Desdibujada tras la cortina de agua.
Pasa K a mi lado y sonríe al reconocerme, ça va, oui ça va, desintegrándose a continuación en un corro de estudiantes. La localizo más tarde en animada charla y la azoro con mi interés. En segundos se descompone, no acierta a pensar lo que dice, por lo que busca consuelo en la absolución de otra estudiante. Su amiga delfín se escora para descifrar sus cuchicheos, atesora un trasero inquietante, una elasticidad plástica que enciende mis alarmas. Anda date la vuelta, veamos que contienen los pantalones azul marino.
De repente se vuelve ( me deslumbra con su luz ), qué Dios te ha condenado a vagar por el planeta. Me observa un momento, sin buscar ningún pretexto, sonríe certera, desafía pensativa, y se gira entonces, dejándome con su espalda imposible. Será que brilla la melancolía en sus ojos de pantera, que he muerto de amor en un marco de ventana; quizás la soledad terrible; el temor a estar maldito.
Después ella desaparece, borrada por la muchedumbre, dime dónde estás. Y si no ha sido sino soñado; otra vez las máscaras, vuelven los uniformes; quiero que me lleves doblado en tu maleta, arráncame los ojos y te guiaré hacia la nada. Se enfanga la angustia, desborda mis pulmones, no puedo respirar, te lo ruego, dime, dónde estás. Por fin, ya veo: recordar, tu pelo, que es rubio; la primera sonrisa en el planeta tierra. Nuestros ojos se rozan, o eres omnipresente, y todo lo irradias. No sé cuánto va a durar. Me temo lo peor; ha empezado una marcha lenta de estudiantes hacia sus clases; te miro, quién sabe si por última vez, y tú decides que termine ahí mi tiempo. Se aleja flotando, resaca de corriente negra; veo su rostro, languidece en el hueco de la puerta; y al final nada, solo y confuso, agarrado a un vaso de plástico vacío; creo en el mañana.
Por la noche, al amparo de las sombras, sueño con su luz. Me pregunto de que país vendrá, cuál es su nombre. Te imagino hija única, o con un hermano pequeño, y patinando sobre hielo.
Tus ojos son verdes, lo sé porque los he visto. Tu blanca piel refleja los estados de tu alma. Cuando sonríes amanece, y me devuelves a la escuela.
Desde tu ventana puedo ver: montañas en el cielo. Azul marino, es el color del mar. Frágiles esquifes surcan tus aguas. Briznas nosotros; caliéntanos con tu fulgor !. Abrázame ! tengo frío. Hold me tightly, anochece ya. Ensartados, tú, yo, la amargura; en el espejo; sobre el mar.
Hoy nos hemos despertado con el ruido de los muelles; por la ventana abierta el aire frío de la mañana. Ella despierta y viene hacia mí medio dormida; cierra entonces los ojos, apoya su pecho en mi cabeza; después se desnuda, poco a poco se deshiela, alza su blanca mano, destierra el saber por la certeza.
Resulta extraño como muta el espíritu. De quién era ayer ya no me acuerdo. Tumbado en esta misma cama, anónimo en la oscuridad impenetrable, pensaba que era aquello lo más cercano a la nada. Hoy la nada que me importa. Podría entrar en ella abrazado a tu belleza; que volara después libre hacia el reino de las ideas.
Ya me vence el cansancio, pronto nos veremos, tal vez aparezcas en mis sueños.
El Martes te encuentro donde menos te esperaba, a unos metros de distancia, siempre vestida de azul, con tu rubia cabeza posada en la ventana del tren. Aprietas contra tu pecho dos libros marrones, viajas perdida en tus sueños. Qué tristes son hoy tus ojos. Podría sentarme frente a ti, y sostener tus manos blancas, y ya nunca tendríamos miedo.
Hace el metro su penúltima parada y me despierta el trasegar de cuerpos, vuelvo después a ti, pero ya no estás. Primero pienso que has olvidado algo, cruzando el barrio árabe me digo que es para eludir a sus habitantes, entrando en clase veo un apartamento extraño y a un hombre que te espera. A mi lado hay un objeto que resulta ser K, por el gesto me doy cuenta de que me debe haber saludado, le doy réplica que adivino seca, o así lo expresa su rostro.
Llega madame no sé qué y empieza la clase; puedo espiar por la ventana un amplio trozo de la calle, o quizás te encuentres ya recogida dentro de la clase, has paseado un rato respirando la ciudad, te has comprado un recambio de tinta azul.
-Monsieur Dumont est-ce que vous rêvez ?
Por el tono de su voz se dirige sin duda a mí, pero por qué Dumont.
-Mais reveille-toi, on corrige les devoirs.
Quién eres, qué dices, me expongo y me pisas, déjame que vigile tranquilo la ventana.
-Je ne les ai pas fait
-C'est pas grave, il fallait inventer un dialogue entre Monsieur Dumont et madame Blanche, donc tu vas le représenter avec Chong.
Chong y yo dialogamos. Utilizo los malentendidos para lanzar vistazos al exterior, pero tú no vienes. Quizás si cuento hasta cien... no, tú nunca faltas a clase, nos separan tres tabiques, en la pausa te veré. Cuando la pausa llega busco el azul y el amarillo, pero sólo hallo gris. Sale K a mi encuentro (estoy junto a la máquina expendedora ), supongo que podría sonsacarle sobre ella, aunque es tan precario su francés, sea yo tan cobarde.
-Ça va
-Oui ça va
-il fait beau ajourd'hui
Me giro hacia la cristalera para pensar en una respuesta pero me topo con mi imbecilidad.
-Oui il fait beau
-C'est comme ça en Espagne ?
Qué España, ah sí, España.
-Oui à peu près
-Je veux aller en Espagne en été