Identificarse Registrar

Identificarse

Índice del artículo

 “SEGUNDA PARTE”

El 26 de Marzo, en plena primavera, despierto lastrado por un universo de hachís. Con el pulso de nuevo en su sitio, la secuela de un cerebro embotado, pensamientos que aparecen con lentitud exasperante; apenas sólidos se desmoronan, míseros montones de barro. Sigue no obstante operativo el aparato locomotor. Salgo a su merced de la cama y me arrastro hasta el lavabo; ilumino el tubo fosforescente que se alinea sobre el espejo; pupilas calcinadas: observo incrédulo mi rostro.

Humillo la mirada, cojo el cepillo de dientes, lo unto de pasta y me lo meto en la boca. Me cepillo a conciencia, escobando bien las encías; intento deshacer el limo verde sobre la lengua pero es ya un habitual; froto además el anverso de cada diente, con ensañamiento en el velo del paladar, para casi morir en la faringe. A continuación bajo la cabeza; me enjuago con la vehemencia indispensable para evacuar toda la mierda, después me incorporo con la satisfacción del deber cumplido y encuentro a Karin reflejada en el espejo.

La he despertado media hora antes de la suya habitual, sin duda desconsiderado porque ya no podrá seguir durmiendo. A ella no parece importarle y como siempre sonríe; se acerca y me abraza; me besa en la espalda, el hombro y el cuello; tira después de mí para que la bese en la boca, pero yo la rechazo por su aliento marchito. Karin se da cuenta y baja los ojos sumisa, después coje su cepillo blanco y empieza a lavarse los dientes; acaba, vuelve el brillo a sus ojos, se enrosca con fuerza en mi cuerpo, sonríe y comienza su ronroneo.

Pongo una mano en su cadera, la otra la apoyo en la pared, evitando siempre su boca; su pelo rubio tiene hoy dos días, su cuerpo blanco carece de tensión, abrazarla sé bien no puedo, y me conmueve apenas su existencia.

Terreno que ya he explorado, molestia de estar de pie, con un terrible dolor de cabeza. Karin me aprieta los bajos, penosa, unilateral, un fardo forrado de grasa. Se mete un siete en mi cabeza; ignota, ira, no osas salir. Son las siete plantas, el edificio que atrás dejé; me acuerdo de la lluvia y lloro, con rabia, por dentro, desprendiéndome de la materia. La materia es, era opaca, sin nada que ver conmigo.  Karin lo percibirá; quién eres pensará, dirá ella. De momento me libera de su abrazo, se retuerce en retirada y me replica con dos ojos verdes, infinitamente negros, extraviados por la angustia.

-You are tired

-I have a headache

-Anyway I have to go

-That´s what I thought

-Aren´t you coming?

-Not today, y señalo mi cabeza

-Well

Agotada la conversación Karin se agacha para recoger sus pantalones, después se pone el sujetador y una camiseta roja y de marca. Bon a plus tard, au revoir digo, y la beso en la mejilla.

Para aclarar las cosas ante todo he de decir que ésta es mi habitación. Me mude a finales de enero. Está en la segunda planta, y por si no os acordáis, Karin vive en la primera. Llevo con Karin poco menos de un mes, todas las noches dormimos juntos. Vine humildemente; para el exterior por el precio; internamente por mi amistad con Z, aunque subterráneamente vine solo por Karin. Aparecí un veintisiete de Enero y ni siquiera tuve que esforzarme; por la mañana me tope con Z, y esa misma noche ya lo tenía en mi cuarto. De mi planta pasamos a la suya, de la suya pocas veces a la mía, arreglandomelas en general para ver a Karin casi a diario. A veces cenábamos juntos, otras íbamos al cine; Z hacía de carabina, y si no lo sabía al menos lo sospechaba.-Te gusta mi sueca, eh, -Se nota?, -Se respira incluso, -Celoso?, -Qué gilipollas, si a mí me la trae floja, lo que me jode es estar en medio, -Pero también es tu amiga, -Ya, -Además no lo veo claro, -Yo tampoco, -Gracias

Con Z mantenía un sano pique dialéctico, él me creía su amigo y yo nunca los había tenido, quiero decir a diario, como hermanos. Z era de familia múltiple, bastante generoso, ciertamente acomplejado; y quién no lo está en España. Yo siempre encontraba huecos para estar a solas con Karin, y por primera vez en mi vida tenía la sensación de que alguien me escuchaba. Karin decía que cada ser era único, que en todos había cosas buenas. Negaba yo todo lo suyo, me oponía a sus ideas, por si acaso le tentaba el papel de redentora. Y así fue. Solo somos animales que actuamos por instinto, y le ponía mil ejemplos. Ella decía que no, que mi postura era fácil, y cobarde, que si negaba la vida era porque tenía miedo, que prefería no ver, no sentir, depredar a mi arrogante manera, cuando lo cierto es que dentro de mí había un niño desamparado. Lo último quizás, pero que pocos depredadores había ella conocido. En ese momento volvía Z de la compra, o cargado con tres platos de comida y, viéndose impedido, pateaba furioso la puerta. -Pero entra, si no esta cerrada, -No puedo abrirla tontito. Karin permanecía sentada; ajena al lenguaje de los animales. En ese momento me levantaba, sonriendo con ironía, y camino de la puerta murmuraba: this guy really is unique. Y lo era; Z era medio hermano, casi puta, mamporrero; sabía además hacer tortillas que comíamos de pie o por turnos en la mesa; y era por cuenta de Z que se iniciaban las conversaciones.

-Karin, would you pass me the salt?

-No empieces a hablar en inglés.

-What did he say?

-That we shouldn´t speak in English

-Pour quoi pas?

-Parce que vous êtes ici pour apprendre le français

-You won´t deny that he is an animal

-Why do you say that?

-Don´t you see how he wants to impose his ego by all means

-He just doesn´t want to be excluded, that´s all, wouldn´t you feel the same way?

-That´s true, I wouldn´t like to be excluded by you

Deslizaba yo esa, y siempre que podía múltiples insinuaciones, las cuales parecían perderse sin llegar a tus oídos. Mas tarde descubrí que brotaban lentos tus sentimientos, que tú todo lo anotabas en tus cuadernos de pasta negra, y que en el lugar de mi nombre dibujabas un triángulo. En ellos figuraba el ritmo de tus días, constancia de lo que para ti era un arte: la vida. Llegaría el día en que beberíamos cervezas, el día en que nos quedamos sin palabras. Era recuerdo un Lunes, serían las doce y media, y estaba tirado, como tantos otros, sobre la cama; entonces sonó el teléfono: decías llamar desde la escuela, tener algo que comunicarme; por aquella época apenas albergara yo esperanza, al menos en dos ocasiones te había mirado largamente... pero tú solo sonreías. En tal día sin embargo ondeara un sol magnífico, me propusiste salir un rato a tomar un par de cervezas. Contesté por supuesto que sí, en la despedida noté un deje infantil en la voz. Me senté presa del pánico, para descubrir mientras colgaba, que la polla se me había hinchado violentamente bajo los pantalones.

Bienvenido a la comunidad de escritores, poetas y artistas del mundo.

 

Aquí podrá darse a conocer, conocer a otros, leer, disfrutar, compartir, aprender, educarse, educar, soñar y vivir el mundo de fantasía que hay en todo artista.

 

¿Quién sabe? ¡A lo mejor también es uno!

Están en línea

Hay 223 invitados y ningún miembro en línea

Temas populares

Concursos

Sin eventos

Eventos

Sin eventos
Volver